La fase final del curso, la
(auto-)evaluación, garantiza la asimilación de los contenidos y
proporciona una visión de conjunto necesaria para valorar el propio
aprendizaje. Sin esta tarea de evaluación, creo que se me habrían
escapado cosas o, por lo menos, no habría llegado a ser consciente
de su importancia dentro del conjunto. Al analizar cuidadosamente el
trabajo realizado por los compañeros, tuve la oportunidad de
contrastarlo con el mío propio y, así, localizar debilidades y
fortalezas. Sin la tarea de co-evaluación, la auto-evaluación
pierde objetividad. Sin referentes, es difícil ser auto-crítico,
sobre todo cuando se ha estado muy inmerso en el trabajo. Hace falta
salir y tomar perspectiva.
Uno de los aspectos más enriquecedores
de esta actividad es el feedback recibido. Por una parte, resulta muy
alentador y me ayuda a sentirme ahora capaz de incorporar el modelo
“flipped” en mis clases. Por otra, las aportaciones recibidas por parte de
los compañeros en el taller de evaluación son muy valiosas para la
mejora del proyecto a la hora de ponerlo en práctica. Por ejemplo,
la idea de convertirlo en un proyecto multidisciplinar me parece de
lo más práctica y acertada. Por sus características, son varias
las materias que podrían incorporarse, lo que daría también la
posibilidad de convertirlo en proyecto europeo en colaboración con
socios extranjeros tal y como se me sugiere. Además, la mejora de
los recursos para guiar el trabajo de los alumnos es claramente
necesaria. Es una de las debilidades que detecté enseguida al ver
los proyectos que me habían sido asignados para evaluar.
Todas estas reflexiones me llevan a
ratificarme en la idea de que la colaboración del profesorado es una
forma de trabajo poco explorada y practicada en la enseñanza
secundaria en nuestro país que, sin duda, puede proporcionar grandes
beneficios que se traduzcan en mejores resultados.
Un reto más :)
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